No plantearse hoy este nuevo sistema fiscal y simplemente reformar y parchear el actual simplemente alargará la crisis que ahora encaramos.
Con toda la prudencia que requiere alzar campanas al vuelo antes de tiempo, parece que empezamos a encarar la fase final de la pandemia de Covid-19 en nuestro país.
Es época de recuento de daños, de pasar el duelo por los que desgraciadamente no han superado este maldito virus y para algunos, centrarnos en temas económicos y fiscales.
Encaramos unos meses y años en los que tendremos que afrontar la reconstrucción y la crisis provocada por esta pandemia con los cambios a nivel sanitario, social y económico que esta ha provocado.
El sector público, en todos sus niveles, sea estatal, autonómico o local ha reaccionado bastante rápido y ha trasladado liquidez a empresas y particulares eso sí, mediante unas medidas atropelladas y poco ordenadas que la situación de pandemia y excepcionalidad podrían justificar.
En macroeconomía, las políticas fiscales se centran en gastos e ingresos públicos, y esa es el arma del sector público español contra el Covid-19, ya que recordemos la política monetaria es competencia de la UE y del BCE.
La pandemia ha generado, genera y generará un importante gasto público para paliar los efectos del Covid-19. El Gobierno cifraba esta cantidad en unos 30.000 millones de euros que a mí se me antoja muy optimista y que creo debería revisarse alza, teniendo en cuenta gasto de CC. AA., entes locales y lo que nos queda por pagar.
Independientemente del importe exacto del gasto público provocado por el Covid-19, lo que es cierto es que el mismo deberá financiarse y eso exigirá generar mayor ingreso público que básicamente proviene de los impuestos que pagamos ciudadanos y empresas.
Dicen los expertos que la pandemia ha provocado un salto brusco en la evolución de la economía y también de la sociedad. Cambios que lentamente se estaban produciendo en la economía, han pegado un salto evolutivo de cinco o más años en el tiempo. Cambios en las formas de trabajar como sería el teletrabajo, en el consumo como la evolución de las ventas a distancia, en la forma de hacer turismo de viajar por negocios, en la forma de gestionar nuestras empresas, todo se ha acelerado y todo está cambiando y cambiará aún más.
Ante unos cambios tan importantes, especialmente a nivel económico que conllevan, además, pagar la factura de Covid-19 hacen necesario también repensar nuestro sistema fiscal.
Eso requerirá obtener mayores ingresos públicos, y ante eso caben dos opciones (aparte de recurrir al desbocado endeudamiento público) una es recurrir política de parcheo y reparcheo de un sistema fiscal que arrastramos desde hace más de veinte años y que ya hace tiempo quedó obsoleto o bien centrarse en la segunda opción que requiere de valentía para repensar la fiscalidad y adaptarla a estos nuevos tiempos. Hablo de rediseñar nuestro sistema fiscal.
Hemos de pensar cómo debería ser un nuevo sistema fiscal que deje de machacar a las rentas bajas y medias (esencialmente salariales) que sepa leer las nuevas tendencias de la economía tanto a nivel nacional como a nivel internacional, entienda que estamos en mundo globalizado con necesidades locales muy concretas, que ayude a mejorar nuestra competitividad que se focalice en una economía sostenible. Nuestro sistema fiscal se ha de adaptar a la nueva economía y a los cambios que esta pandemia ha provocado y provocará.
Nuevos tiempos, nueva economía, requieren necesariamente un nuevo sistema fiscal sin perder la esencia del mismo, como reza el artículo 31.1 de la Constitución Española, y que sea justo y basado en los principios de igualdad y progresividad. No plantearse hoy este nuevo sistema fiscal y simplemente reformar y parchear el actual simplemente alargará la crisis que ahora encaramos.
A los que les toca hacerlo, sean valientes. Valdrá la pena.
Fuente: Cincodías.com