La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, subirá los impuestos a las empresas si gana las elecciones. Consciente de que su relación con el mundo corporativo es su talón de Aquiles, ha prometido ser más benévola y suavizar el plan que tenía previsto Joe Biden. Por el contrario, Donald Trump ofrece más flexibilidad regulatoria y menos impuestos. Lo único que ambos tienen en común en sus programas económicos son sus políticas proteccionistas, aunque llevadas al extremo en el caso del republicano.

Harris va en cabeza en los sondeos, pero la diferencia es mínima y el capítulo económico de sus programas será clave a la hora de inclinar la balanza. El éxodo empresarial en California, el estado natal de Harris y donde fue fiscal general y senadora, es un frente de ataque constante.

En los últimos dos años, compañías de la talla de Hewlett Packard, Oracle, Tesla, SpaceX, Palantir, Charles Schwab o CBRE han trasladado sus sedes a otros estados más atractivos para los negocios, especialmente en el ámbito fiscal, como Texas -gran cantera de votos de Trump-. Ambos prometen un milagro económico, con precios bajos, tipos de interés mínimos y miles de puestos de trabajo, aunque sus estrategias para lograrlo difieren.

Reserva Federal

«Como presidenta, nunca interferiría en las decisiones que toma la Fed», ha asegurado en varias ocasiones la candidata demócrata. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, como senadora, en 2018 votó en contra de la elección de Jerome Powell como presidente de la institución. Posteriormente sería reelegido por Biden en 2022.

Todavía no ha desgranado su hoja de ruta para el banco central estadounidense ni si tiene previsto sustituir a Powell. Lo único que ha dejado claro en su campaña es que la avaricia empresarial ha contribuido a la elevada inflación de los últimos tres años y ha propuesta establecer un sistema de control de precios para controlar la especulación, ya que considera que las herramientas de la Fed no son útiles en este ámbito. Además, es partidaria de intensificar la regulación en el sector bancario.

Aunque fue Trump quien nombró en su día a Jerome Powell al frente de la Fed, no hay sintonía entre ambos. Las críticas del expresidente de EEUU hacia el banquero central son habituales y ha propuesto un rosario de candidatos con los que le gustaría sustituirle. Aunque inicialmente aseguró que no esperaría al fin de su mandato, después se ha comprometido a dejar a Powell hasta que su cargo quede a disposición en 2026.

Trump ha exigido tipos más bajos en varias ocasiones y ha asegurado que hay otras herramientas alternativas para combatir la inflación que no sean elevar el precio del dinero -como reducir el coste energético extrayendo más petróleo-.

Los analistas esperan un mayor intervencionismo en la independencia de la Fed si Trump vuelve al poder. Además, el candidato republicano se inclina a favor de reducir la regulación sobre el sector financiero de EEUU, rebajando, por ejemplo, los requisitos de capital y apostando por una interpretación más laxa de Basilea III.

IRPF, Patrimonio y Sucesiones

Aunque propone una subida de impuestos generalizada para aumentar el gasto público, se ha comprometido a no incrementar la carga fiscal para los hogares que ingresen menos de 400.000 dólares anuales. Su programa incluye recortes fiscales a los estadounidenses con menos recursos. Además, respalda la idea (originalmente de Trump) de no imponer impuestos sobre las propinas, establecer un crédito fiscal de 3.000 dólares por hijo y hasta 6.000 dólares para recién nacidos.

Por otra parte, para los hogares con ingresos superiores a 400.000 dólares, el tipo del IRPF se elevaría hasta el 44,6% (aunque las ganancias de capital quedarían en un 33%, tras plantear una rebaja a la propuesta inicial que planteaba Joe Biden).

La candidata demócrata mantiene la propuesta de su predecesor de aumentar significativamente este tributo como uno de los pilares para disparar la recaudación, sobre todo entre las grandes fortunas. Gravaría las plusvalías latentes superiores a 5 millones de dólares en Sucesiones (ahora exentas); los hogares con un patrimonio de al menos cien millones de dólares harán frente a un tipo del 25% anual sobre plusvalías no realizadas y los incrementos de patrimonio superiores a un millón de dólares se gravará con tipos ordinarios, en lugar de los reducidos, como ocurre actualmente.

Actualmente, siguen vigentes los recortes fiscales que Trump aprobó en 2017 cuando llegó a la Casa Blanca por primera vez. La reforma caducará a finales de 2025 y la idea del candidato republicano es alargar las rebajas tributarias indefinidamente.

En general, propone un recorte fiscal más amplio, con tipos de interés mínimos en el IRPF y más ayudas tanto a familias con hijos como créditos fiscales para recién nacidos, por encima incluso de los 6.000 dólares que propone la candidata demócrata. Aun así, muchas de estas propuestas no han sido desarrolladas. De hecho, todas las medidas supondrían un coste aproximado de 4 billones de dólares para las arcas públicas, que Trump no ha explicado cómo financiaría.

Sus anuncios también incluyen ampliar los supuestos de exenciones en el Impuesto de Sucesiones y rebajar los tipos a las sociedades individuales de inversión. Además, descarta establecer algún tipo de impuesto que grave las plusvalías latentes o aumentar la presión fiscal sobre el Impuesto de Patrimonio.

Entre sus anuncios más populares figura la idea de no tributar por las propinas y eliminar los impuestos que gravan las ayudas que se reciben por parte de la Seguridad Social de EEUU, así como recortar el presupuesto que Hacienda destina a inspecciones tributarias a los contribuyentes.

Impuesto de Sociedades

La propuesta demócrata pasa por elevar el tipo del Impuesto de Sociedades del 21% al 28%, lo que supondría unos ingresos adicionales de 1,3 billones de dólares para las arcas públicas en la próxima década. Además, también se aplicaría un tipo mínimo sobre todos los ingresos que las multinacionales de EEUU facturen en el extranjero.

Otro cambio sustancial sería el aumento del umbral del tipo mínimo efectivo en Sociedades, que pasaría del 15% actual al 21%. Harris también quiere incrementar el impuesto que creó Biden al inicio de su legislatura y que grava los programas de recompra de acciones en las empresas, que saltaría del 1% al 4%. También ha prometido limitar las deducciones fiscales ligadas a la retribución de sus ejecutivos.

Actualmente, el tipo del Impuesto de Sociedades en EEUU es del 21% gracias a una reforma fiscal que aprobó Trump cuando era presidente y que todavía no ha expirado. Aun así, el candidato republicano ha prometido ahondar en esta línea y recortar el tipo un punto porcentual adicional, hasta dejarlo en el 20%. Al menos, ésa es la posición oficial. En algunos momentos, Trump ha llegado a especular con la posibilidad de recortar el Impuesto de Sociedades hasta el 15%, aunque nunca ha entrado a explicar cómo sería fiscalmente sostenible llegar hasta esos niveles.

Por otra parte, además de no apoyar ninguno de los incremento impositivos que proponen los demócratas, ha insistido en numerosas ocasiones en que es partidario de aumentar las deducciones de todo tipo, especialmente las relacionadas con las inversiones de capital y los gastos de I+D para dinamizar el tejido productivo.

Comercio exterior y aranceles

Pocas diferencias con la política fijada hasta ahora por Joe Biden. Harris tiene previsto mantener la mayoría de los aranceles actuales impuestos a China, muchos de ellos establecidos por Trump y ampliados posteriormente por la Administración actual en sectores como los vehículos eléctricos, el acero o los aviones comerciales. También se espera que mantenga el pulso contra el gigante asiático en el seno de la Organización Mundial del Comercio, que en la práctica se ha traducido en un bloqueo de los nombramientos y del funcionamiento de la institución bilateral.

Hay que tener en cuenta que Harris fue una de las pocas senadoras que votó en contra de la ratificación del acuerdo comercial entre EEUU, México y Canadá en 2020 por no ser suficientemente ambicioso en el capítulo contra el cambio climático.

Los analistas esperan que Harris sea más proteccionista que Biden en política comercial exterior, apostando por más aranceles para favorecer la creación de puestos de trabajo dentro de Estados Unidos. Su planteamiento sería algo menos agresivo que el de Donald Trump, al menos con Europa, ya que se centraría en las jurisdicciones de mano de obra barata, especialmente en Asia.

Cuando estuvo en la Casa Blanca, Trump acabó con una larga tradición estadounidense de libre comercio. Impuso aranceles a China y abrió guerras comerciales con los socios históricos del país, incluyendo Europa. El candidato republicano ya ha adelantado que se quedó corto la primera vez y que levantará muchas más barreras comerciales si regresa a la presidencia.

Su principal rival es el gigante asiático, al que impondrá aranceles de al menos el 60%. Acero, aluminio, paneles solares, productos manufacturados… La lista es larga. Incluso quiere romper «las relaciones permanentes» con China, aunque eso requería del visto bueno del Congreso.

Para el resto del mundo, las barreras serán más bajas, pero nadie se libra de tarifas que se situarán entre el 10% y el 20%. Y podrían ser hasta del 100% cuando la moneda de referencia de la transacción no sea el dólar. En cualquier caso, ha prometido reciprocidad y cualquier arancel que un país imponga a EEUU se replicará automáticamente, incluso con condiciones más duras.

Energía

Si por algo se define la candidatura de Kamala Harris es por su agenda verde, incluso más ambiciosa que la del propio presidente de EEUU, Joe Biden. Su voto fue decisivo para que saliera adelante la última batería legislativa demócrata que incluyó una partida multimillonaria para invertir en subvenciones, préstamos e incentivos fiscales para las inversiones en energías renovables y reducir el uso de combustibles fósiles.

La candidata demócrata ha flexibilizado sus planteamientos para no perder en los estados clave que decidirán las elecciones. Aunque en numerosas ocasiones se ha mostrado partidaria de prohibir el fracking, ahora asegura que ha cambiado de opinión porque «la ley de energía limpia está funcionando» y ya no es necesario ser tan agresivo. Lo cierto es que se trata de una de las industrias más relevantes en Pensilvania, estado que podría ser determinante a la hora de que la balanza se incline a favor de Harris o de Trump.

«El cambio climático es un timo», según ha declarado en más de una ocasión Donald Trump. En su discurso de aceptación de la nominación republicana el pasado mes de julio, insistió en que lo que necesita EEUU es bombear más petróleo para impulsar la economía, reducir la inflación y asegurar la independencia energética del país.

Entre sus promesas figuraba eliminar los créditos fiscales a la compra de vehículos eléctricos y acabar con la agenda verde impulsada por Biden. Sin embargo, Trump ha replanteado su programa electoral en la medida en que Elon Musk, fundador de Tesla, se ha convertido en uno de sus principales benefactores para esta campaña, hasta el punto de haberle ofrecido un puesto en su futura Administración si gana las elecciones.

Aunque eso implica no cumplir con su promesa original de acabar con todas las subvenciones al coche eléctrico, tampoco ha renunciado a su plan de revertir la regulación demócrata que afecta a las centrales de carbón o a las emisiones de los tubos de escape de los coches de gasolina. Puede que el coche eléctrico sobreviva gracias a Musk, pero los republicanos están decididos a poner fin a lo que definen como «el pacto verde socialista».

Fuente: Expansion