El envejecimiento de la sociedad hace «inevitable» adoptar a corto, medio y largo plazo medidas para prolongar la vida laboral y reducir la cuantía de las pensiones así como elaborar medidas fiscales que incorporen impuestos específicos para financiar las pensiones.
Así de contundentes son las conclusiones del informe «Evolución de la estructura demográfica en España» del EAE Business School, en el que se analizan los retos y las contradicciones de la «creciente» pirámide invertida española, que refleja una población envejecida instalada en el estado del bienestar con sus correspondientes dimensiones en cuanto a pensiones, dependencia o sanidad.
En el estudio, elaborado por el economista y sociólogo Salvador Perelló-Oliver, se recuerda que, tras años de crecimiento, la población española alcanzó su máximo en 2012, con 47.265.321 habitantes (41.529.063 españoles y 5.736.258 extranjeros -el 12,14 % del total-).
En 2015 y 2016 ya hubo más muertes que nacimientos, instalándose el crecimiento vegetativo de la población en cotas negativas. Tendencia que sigue creciendo.
Así, en apenas cinco años, de 2012 a 2017, España ha perdido más de 700.000 habitantes, al tiempo que, en los años más duros de la crisis económica que comenzó en 2008, el porcentaje de población extranjera «bajó intensamente» y creció el de españoles que residen en el extranjero.
Según los cálculos del EAE Business School, en 2030 la población española tendrá menos de 46 millones, y en 2065, en apenas 41 años, se habrá reducido hasta cifras de 2001.
En 2017, la Tasa Bruta de Natalidad (TBN) de España (nacimientos por cada mil habitantes) fue de las más bajas del mundo (8,75 por cada 1.000).
Las españolas, recuerda el estudio, tienen su primer hijo superados los 31 años, edad que en los años 70 se situaba en los 25 y que se debe a la incorporación de la mujer a niveles educativos superiores y al mercado de trabajo, al uso de anticonceptivos, a la percepción de la maternidad como una opción vital, a la crisis económica, a la precarización laboral y a las dificultades de conciliación.
Al mismo tiempo, la esperanza de vida aumenta año tras año hasta los 83,15 años actuales (85,85 para las mujeres y 80,37 para los hombres). Desde 1991, en solo 26 años, la esperanza de vida ha aumentado en más de seis años.
Advierte el estudio de que el Índice de Envejecimiento (IE) en España presenta una tendencia creciente y augura que en 2050 habrá 76 jubilados por cada cien habitantes en edad de trabajar, cifras que harán que, junto a Japón, España presente los indicadores de dependencia de mayores de 65 años y potenciales trabajadores más elevados del mundo.
Todas estas variables han hecho que, en 30 años, la estructura demográfica española «haya pasado de un perfil marcadamente joven a incorporar los rasgos propios de las sociedades más envejecidas del mundo», alerta el estudio.
Situación que plantea una serie de dificultades para hacer sostenible la sociedad del bienestar y advierte de que pese a que las medidas para impulsar la natalidad son necesarias «no garantizan una solución» a los problemas poblacionales.
«Tener más hijos incrementa la población potencialmente activa pero en ningún caso garantizará que estén ocupados, y que las características de esa ocupación y empleo sean las adecuadas para sostener el sistema», augura el autor.
Y ello, explica, debido a que una de las características del mercado laboral español es la creciente precarización del empleo y la externalización de los empleados que trabajan bajo demanda mediante una app sufragándose sus propios costes sociales.
Una precariedad que dificulta que los trabajadores puedan completar sus pensiones con planes privados.
Fuente: Invertia.com