La drástica caída de la facturación en la primera semana bajo el estado de alarma pone en aprietos a los comerciantes.
En el interior de su pequeña tienda de venta a granel, Pilar coloca con mimo las especias, harinas, legumbres y frutos secos en diferentes sacos, todos ellos con su correspondiente nombre, para agilizar las compras a los clientes. La decoración se ha completado ahora con marcas en el suelo hechas con esparadrapo, para que todo aquel que entre guarde la distancia de seguridad de al menos un metro impuesta por el estado de alarma. «Las ventas han bajado un 50 por ciento o más en tan solo una semana. La gente va a comprar a las grandes superficies, aunque tenga que hacer cola», dice, con cierta ironía, la dueña de El Colmado, que ha reducido el horario de apertura: antes abría hasta las 20.30, ahora solo hasta las 15 horas. Asegura que si no ha cerrado el local esta temporada —«los ingresos son muy bajos y hay que seguir pagando los gastos de luz y alquiler»— es para seguir dando servicio de alimentación a los vecinos del barrio de Numancia, en el distrito de Puente de Vallecas.
Las peores pesadillas de los comerciantes se han cumplido en la primera semana de confinamiento por el coronavirus. Aquellos que mantienen sus puertas abiertas, como el establecimiento de alimentación de Pilar, aguantan a duras penas. «Ha habido un momento de afluencia importante, para cubrir las necesidades de aprovisionamiento, pero ahora el nivel está más bajo», asegura el presidente de Cocem (Confederación del Comercio Especializado de Madrid), Armando Rodríguez. Con todo, estos profesionales han hecho un esfuerzo extraordinario, y en contra de la rentabilidad de sus negocios, para cumplir con los protocolos de seguridad y garantizar el servicio a domicilio. «Esas son las mayores dificultades, necesitan material de refuerzo», dice Rodríguez.
Mientras, los locales cerrados a cal y canto viven una situación dramática. En muchos casos, los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) han sido la única vía para sobrevivir a este escenario de «ingresos cero», en palabras de la presidenta de Apreca (Asociación de Comerciantes de las Calles Preciados Carmen Arenal y Adyacentes), Paloma de Marco. Ella regenta una administración de lotería en uno de los mayores núcleos comerciales de la capital y ha tenido que echar mano de esta figura para mandar a casa a sus cuatro empleados. «Vamos a tener fe en que volvamos, en que esto es una pesadilla», comenta, pese a todo, optimista.
Parálisis empresarial
Igual que sucedió al inicio de la crisis, cuando los comercios todavía permanecían operativos, es imposible cuantificar los daños con datos objetivos. «No son ya las pérdidas, sino la cantidad de actividad que se pierde, no se produce», explica el presidente de Cocem. Esta parálisis afecta a proveedores, clientes y administraciones; en definitiva, a todas las empresas. Incluso a las que continúan en marcha, donde «la caída de la facturación es enorme», asevera el presidente de CEIM (Confederación Empresarial Independiente de Madrid), Miguel Garrido. En muchos casos, «están cerrando obligadamente o manteniendo servicios residuales», como ocurre con las agencias de viajes, que todavía gestionan algunas repatriaciones.
El drástico descenso de la actividad ha sumido al tejido empresarial en un estado de letargo, y está por ver si las medidas económicas anunciadas podrán contrarrestarlo. «Se teme que, cuando lleguen, va a ser tarde. Si no se inyecta liquidez rápido, la cadena de pagos se va a romper», esgrime Garrido. Las rebajas fiscales anunciadas por el Ayuntamiento de Madrid, que afectan al IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) y al IAE (Impuesto sobre Actividades Económicas) también dejan que desear. «Si hay una suspensión de ingresos, debería haber una suspensión en gastos», declara Rodríguez, que hace hincapié en las obligaciones con la Seguridad Social. «La moratoria fiscal debería ser absoluta», coincide Garrido, que pide también un posterior «fraccionamiento» de los pagos. Los autónomos sin empleados a su cargo tendrán algo de oxígeno, pues la Comunidad de Madrid anunció ayer ayudas de 3.200 euros.
No obstante, parece irremediable que muchos se queden en el camino. «El objetivo es que el tejido empresarial salga lo menos dañado posible y llegar a final de año con perspectivas de volver a crecer», declara Garrido. Por ahora, se trata de salvar los muebles.
Fuente: Abc.es